Caminas por un mundo devastado por el hambre, lleno del dolor de ver a esos viejos despedazados bajo la maquinaria absurda de la guerra. Recuerdas entonces los tiempos que jamás llegaron; pero soñaste, en aquel momento en que a diferencia de hoy tu esperanza aun estaba viva. Te descubres en una reflexión clandestina, te reconoces como colombiano de la sierra, del monte, como un habitante inocente del verdor que te rodea, ese verdor hermoso y trágico, vivo pero bañado en sangre.
De pronto te levantas pero nunca te dormiste, solo estas sentado escuchando la historia de Jorge, el muchacho del río, del pueblo que se ve al pie de la montaña, cuando te cuenta como le mataron sus sueños, como asesinaron lentamente su esperanza, justo en el momento en que empezaba a levantarse. Sigues descubriendo cosas, descubres que estas sudando, te descubres angustiado, lleno de temores.
Miras a un lado, luego al otro; a lo lejos hay un arco iris inmenso, parece que fuera cayendo hacia ti, aun así no te detienes a verlo, solo retumban en tus fibras las palabras de jorge, que desde hace varios minutos las sientes como una catarata púrpura y caudalosa vertiéndose con furia sobre ti, no puedes pedirle que calle, no tienes derecho a quitarle un desahogo, uno, solo un desahogo entre tanta pena, no puedes hacer nada mas, entonces lo empiezas a explorar, le das la oportunidad de desahogarse con ojos y manos, pero sus ojos no son claros y están bañados en lagrimas.
Ahora descubres que su historia es la tuya, aunque no la sufriste como el descubres que su familia, desesperanzada, inundada por lagrimas, también es tu familia y te quedas en silencio…
De pronto te levantas pero nunca te dormiste, solo estas sentado escuchando la historia de Jorge, el muchacho del río, del pueblo que se ve al pie de la montaña, cuando te cuenta como le mataron sus sueños, como asesinaron lentamente su esperanza, justo en el momento en que empezaba a levantarse. Sigues descubriendo cosas, descubres que estas sudando, te descubres angustiado, lleno de temores.
Miras a un lado, luego al otro; a lo lejos hay un arco iris inmenso, parece que fuera cayendo hacia ti, aun así no te detienes a verlo, solo retumban en tus fibras las palabras de jorge, que desde hace varios minutos las sientes como una catarata púrpura y caudalosa vertiéndose con furia sobre ti, no puedes pedirle que calle, no tienes derecho a quitarle un desahogo, uno, solo un desahogo entre tanta pena, no puedes hacer nada mas, entonces lo empiezas a explorar, le das la oportunidad de desahogarse con ojos y manos, pero sus ojos no son claros y están bañados en lagrimas.
Ahora descubres que su historia es la tuya, aunque no la sufriste como el descubres que su familia, desesperanzada, inundada por lagrimas, también es tu familia y te quedas en silencio…
No se imaginan, el verde intenso del que se
viste el sur de Bolívar, es mas que
mágico
Me quedo tal vez en el silencio que sigue luego de haber tomado la píldora roja y saboreado la verdad que aunque alimenta es amarga y disuelve las ilusiones. Me quedo en silencio quizás porque pude tomar la píldora azul y ser felíz ignorando el verde que viste lo que el rojo empapa.
ResponderBorrarPero amigo mío como Neo en realidad no tuvimos opción, simplemente porque como dices nunca nos dormimos y desde siempre hemos sabido que su familia siempre ha sido la nuestra, lo que pasa es que como aquel mentiroso muchas veces nuestro pecado es querer -tal vez inconscientemente- simplemente olvidarla.
Me alegra leer estas cosas porque tu más que yo debes saber que olvidar equivale a matar, y yo no quiero ser un asesino.