lunes, 19 de febrero de 2007

Reflexiones sabatinas de un vallenato en parranda.


Un vallenato con buen sonido nunca será en verdadero vallenato, puede ser hermoso, deleitará los oídos, pero no será capaz de conmover intensamente el corazón. Me refiero a que no hay como un vallenato cantado en vivo, en parranda, en un pastizal o en una media agua, entre amigos y familia. Resulta que al principio de mi vida, viaje por paisajes como esos; y puede que el mundo critique ese vallenato cantado al viento, como poco estético o simplemente despreocupado, quizá no llegue a la condición musical de la estética flamante de una filarmónica en una casa de opera. Pero hay que ver unas notas de acordeón o en su defecto guitarra española sazonadas con caja y guacharaca en la penumbra de la media noche y estar al lado de la historia llámese amigos o familia, construyendo recuerdos intensos, con el simple hecho de escuchar una buena nota vallenata de letra costumbrista.

Bastará en el futuro recorrer estas carreteras y mirar en el horizonte, el origen de aquellas letras en la silueta de la sierra, el valle o en el desierto guajiro; entonces, esto será suficiente para que el alma se alegre con los cantos vallenatos que aunque pasen los años en el ideario personal retumbarán a niveles casi materiales, y traerán los recuerdos no solo de aquellas noches, si no de la vida compartida con todos aquellos que nos hicieron humanos, hermanos. Es aquí cuando la melancolía destila lagrimas sinceras y recuerdas con pesar las fiestas en casa de la abuela, o en la finca, recuerdas que esas fiestas si que valían la pena, cuando el protagonista no era el alcohol, era la música y la gente, era el grito espontáneo, la maravillosa expresión de compartir un sancocho trabajado por todos, de sentirnos familia. Añoro aquellas fiestas como los únicos elementos sociales de esa índole que de verdad he disfrutado.


La vida se ha convertido en un torbellino que se mueve presuroso en línea recta, nos ha envuelto en el afán tormentoso de la adultez, y no se si sea la época en la que nos hemos matriculado o sea más bien, o más mal, que he(hemos) sido incapaz de manejar esta nueva condición, pero en esta época de correr y no mirar atrás o a los lados, invoco para mi (la) vida una nueva parranda vallenata, los protagonistas de antes me acompañaran desde el recuerdo, los de ahora empezaremos a construir nuevamente el sueño.

***

El pago era una hamaca, lo que comprabas eran 4 canciones (te regalé la ñapa!), cantadas a todo pulmón en el viaje centenario de la tierra Cartagenera al cielo que era el Carmen de Bolívar, y en mi recuerdo gravaste con fuego esas hamacas, ese viaje, esa sonrisa con que adornaste tu rostro y ese sabor con el que seguías las canciones que cantaba aquel niñito de 7 u 8 años. Me regalaste el recuerdo de poder hacerte feliz a punta de canciones. Y desfilaron para tus oídos, de mi voz: La hamaca grande, El testamento, La Golondrina, El Mejoral y no podía faltar un Porro con sabor a vallenato: Carmen querido.

A Bettyca.



3 comentarios:

  1. Sólo tengo una cosa que decir:
    Ayy Hombe!!

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  2. Si señor está usted en todo lo correcto porque en el afán de nuestros días nos es imposible ya hacer un pare en nuestras vidas para disfrutar de esas generosas y calidas melodias que evocan pasados y presentes que ya no son más que historia.

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  3. que
    vaina solo nos falta la yuca y el suero pero bueno hay que reconocer que la vieja guardia del vallenato es magnifica que permite comprendernos como cultura y enriquecernos como cultura permite pensarnos y criticarnos

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