No había nada más que ver dentro de aquel rancho, el movimiento apresurado no era por el futuro, sino por las ansias de dejar atrás el pasado de la manera más física que fuera posible, primero la penumbra del interior llenaba la mirada ensimismada de él, luego un túnel presuroso bañado de luz intensa, amarilla, inmediatamente azulada, verde y por fin toda una composición lumínica que describía el entorno de aquella huida. Era una mañana sabanera como de vallenato clásico, con arroyo, pastizales y un rebaño infinito de pequeñas nubes. El camino no existía, la sabana era la misma hasta cuando en la lejanía se convertía en montaña, el aire aún guardaba ese frescor misterioso del que se bañan las mañanas, el mismo que ha alimentado en el pasado y en el futuro la ansiedad del guerrero, el pragmatismo de los que han asimilado su futuro frente a un pelotón de fusilamiento o la tranquilidad que alienta el primer café cerero de la mañana; ese fresco suave y continuo que ahora ya estaba desapareciendo al final de la lucha entre la tibieza de los rayos del sol tempranero y el flujo continuo con el que susurro de viento de las mañanas.
Él siempre lo intuyó, en algún momento pensó en volver antes y armarse de machete o mejor azadón, sorprender la realidad y matarla lentamente, la idea era que sufrieran. Pero inmediatamente se arrepentía, esas palabras que el pueblo dispone para aderezar su camino no tienen sentido, ella fue más que una estrella guía, era el universo y siempre lo había sido, jamás le había faltado, pero llego el día en el que las piedras en la tierra se confabularon para guiar sus pasos hasta el rancho de ella, de ellos. De ella y ese chico de quince años, de escasos quince años que estaba entre sus piernas, robándole la pasión que hasta ese día había soñado como solamente suya. No los podía matar, no tenia sentido matarse a si mismo por que aunque la amaba con intensidad, su amor hacia si mismo era aun mayor, así que recupero su camino y llego a su casa, la que queda en la plaza, diagonal a la iglesia, entro sin mirar a nadie, subió las escaleras abrió de golpe la puerta de su cuarto y ahí estaba Antonia, vestida de blanco y de vapor, con la piel de los años, amigable y tierna mirándolo a los ojos, mientras con el peine viajaba por sus cabellos, terminando de recorrerlos en la ceremonia diaria de disponerlos perfectamente en la catarata oscura con visos de espuma blanca derrochándose cada día más en lo que antaño era una espesa negrura. El la miro, ella lo entendió, lo tomo de la mano, caminaron a la cama he hicieron el amor o tuvieron sexo, o sólo compartieron besos, resulta difícil descifrar sus cuerpos aun más sus pensamientos acerca aquel momento, el hechos es que estuvieron juntos con lo que pudieron, a los 78 años las cosas no son tan fáciles, ella lo seguía amando pero ya no como amante, en esa relación no existía la pasión pero si el compromiso del corazón, ese que reemplaza el vulgar y añorado amor cuando los años se les convirtió en una profunda amistad. Luego el lloró, era lo frecuente, Antonia cantó y finalmente le preguntó por Simón, ese chico de quince años que últimamente no trae más que problemas, en la noche había salido y próximos al medio día aún no se había reportado. Él la miro, y con esa certeza que da el perfecto conocimiento de las cosas le dijo que el chico estaba bien, que ya no se preocupara por él, el silencio se convirtió en tiempo, hasta que Antonia lo rompió cuando le recordó que faltaban sólo quince días para celebrar sus bodas de oro, y el obispo aún no había confirmado su asistencia.
Él siempre lo intuyó, en algún momento pensó en volver antes y armarse de machete o mejor azadón, sorprender la realidad y matarla lentamente, la idea era que sufrieran. Pero inmediatamente se arrepentía, esas palabras que el pueblo dispone para aderezar su camino no tienen sentido, ella fue más que una estrella guía, era el universo y siempre lo había sido, jamás le había faltado, pero llego el día en el que las piedras en la tierra se confabularon para guiar sus pasos hasta el rancho de ella, de ellos. De ella y ese chico de quince años, de escasos quince años que estaba entre sus piernas, robándole la pasión que hasta ese día había soñado como solamente suya. No los podía matar, no tenia sentido matarse a si mismo por que aunque la amaba con intensidad, su amor hacia si mismo era aun mayor, así que recupero su camino y llego a su casa, la que queda en la plaza, diagonal a la iglesia, entro sin mirar a nadie, subió las escaleras abrió de golpe la puerta de su cuarto y ahí estaba Antonia, vestida de blanco y de vapor, con la piel de los años, amigable y tierna mirándolo a los ojos, mientras con el peine viajaba por sus cabellos, terminando de recorrerlos en la ceremonia diaria de disponerlos perfectamente en la catarata oscura con visos de espuma blanca derrochándose cada día más en lo que antaño era una espesa negrura. El la miro, ella lo entendió, lo tomo de la mano, caminaron a la cama he hicieron el amor o tuvieron sexo, o sólo compartieron besos, resulta difícil descifrar sus cuerpos aun más sus pensamientos acerca aquel momento, el hechos es que estuvieron juntos con lo que pudieron, a los 78 años las cosas no son tan fáciles, ella lo seguía amando pero ya no como amante, en esa relación no existía la pasión pero si el compromiso del corazón, ese que reemplaza el vulgar y añorado amor cuando los años se les convirtió en una profunda amistad. Luego el lloró, era lo frecuente, Antonia cantó y finalmente le preguntó por Simón, ese chico de quince años que últimamente no trae más que problemas, en la noche había salido y próximos al medio día aún no se había reportado. Él la miro, y con esa certeza que da el perfecto conocimiento de las cosas le dijo que el chico estaba bien, que ya no se preocupara por él, el silencio se convirtió en tiempo, hasta que Antonia lo rompió cuando le recordó que faltaban sólo quince días para celebrar sus bodas de oro, y el obispo aún no había confirmado su asistencia.
No está tan difícil. Cualquier cabo suelto... pregúntele al titulo.
ResponderBorrarLa verdad me confieso ingnorante pues aunque de veras me deleito con los detalles, las figuras y aroma del escrito me pierdo fácilmente entre el laberinto literario, distraido tal vez por sentirme metido en él y descuidar lo que realmente está pasando. La verdad es que aunque lo he leído unas 5 veces sólo tengo una vaga idea de está pasando, lo cierto es que no me importa mucho, me gustó y que le hace que no sepa quién diablos es el Patrón.
ResponderBorrarObservaciones ortográficas para mejorar (según lo que hablamos ayer, ya las corregí en el texto y además le aumenté un poco el tamaño a la letra que estaba casi ilegible):
1. Cuando se utiliza una contraposición es mejor "sino" en lugar de "si no".
2. Cuando se indica aumento, comparación de cantidad, etc. Se utiliza "más" en lugar de "mas".
2. Recordar que el uso de las tildes en los verbos en pasado. Ej. lloró, cantó, caminó, etc.
Hey joseson cuando sugeriste el uso de la otrografia pense... bueno ahora todos usaremos Word antes de publicar... Pero genial estas recomendaciones que das al final, ya que ilustran sobre esos detalles que el Word pasa por alto... este comentario no paso por Word... jejeje debe tener muchas correcciones
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