sábado, 10 de mayo de 2008

Galatea

La fuerza de sus ojos quedaba sorprendida
tras la belleza provocadora de sus pechos de madre oceánica.
Que palabra divina es capaz de crear con un suspiro
la locura que generaban sus pechos de mujer del mundo
sin que nadie hubiese tocado siquiera
las yemas de sus castos dedos de ser del cielo.

Que deseo mas carnal y desenfrenado
puede entonces galopar por el mundo
que no sea el generado por las abruptas
e intransigentes curvas del cuerpo de mujer madre
que todos quisieran adorar entre sus sabanas,
siendo hombres antes que hijos,
y cabalgar entre sus gemidos
para amanecer, ahora si,
como niños entre sus brazos,
libando el néctar que sus pechos engendran
para aquel que logre poseerla.

Galatea. Que nombre humano
podría sostener tras de si la imponente historia de una eva
con la contundente belleza de Galatea de cutis de cielo.
Ninguno. Por eso, este ser solo podía tener
uno de los nombres secretos de los dioses paganos
aquellos que conocieron los antiguos hombres del mundo.

Galatea no existe, y fue, pienso ahora,
un sueño colectivo entre amigos.
Hoy, el sueño de su boca modulando
y yo sin escucharla, solo contemplando cada espacio de su materialidad,
me despierta en las mañanas cargadas con urgencias.
Es un buen sueño, pero me quejo…
Por que no la toco.

Nota.

Se acuerdan... bueno yo digo que esa vieja no se llamaba Galatea

1 comentario:

  1. SOBERBIO POETA!!!

    Galatea me trae recuerdos de los manjares de Cartagena, no solo esos cargados de azúzar y pasados de coco, sino también esos cargados de carne y senos, de polleras ondeantes con la brisa marina y de rostros frescos como los de aquella linda niña que nos atendió en esa pastelería-repostería en manga mientras caminábamos a la bahía en busca de una dosis de brisa salada...

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