Hoy me senté frente al computador con el firme propósito de escribir no importa sobre qué. Dentro de mi mente tengo un montón de ideas y fragmentos de historias que contar, que quieren salir y plasmarse en las letras inmortales pero no se ponen de acuerdo. No se ponen de acuerdo para tomar un impulso unificado que me ayude a empezar a escribir sobre un tema específico, no se ponen de acuerdo en cual se expondrá primero y si de cualquier modo empiezo a desarrollar un tema a las pocas líneas se desvanece su profundidad y otra idea o historia entra en acción no dejando plasmar nada coherente...
Quisiera crear un lugar dónde las ideas y las historias se junten con sus raíces y nos ayuden a revivir su origen y a comprender su existencia.
La mayoría de las ideas e historias nacen de un recuerdo, nacen de una experiencia vivida o de la memoria de un sueño futuro. Por eso una de las cosas que me gustaría construir es un enorme baúl de los recuerdos, grande como una habitación donde los objetos que nos traen memorias no son extraídos del baúl sino que uno entra por una puerta e interactúa con los objetos como piezas de un museo donde no sólo se da gusto a la vista sino a todos los sentidos. Y entonces uno puede tocar y manipular a su gusto cada pieza, la puede olfatear y degustar, y también saborear con los sentidos de la razón y la ilusión. Porque en esa habitación de los recuerdos no sólo guardaré objetos físicos tangibles sino también sonidos y letras, guardaré fotos, videos, palabras y olores, y todos harán parte de este gran baúl de los recuerdos al que yo llamaría El Museo del AVAC.
Si tuviese la posibilidad de rescatar del pasado objetos para recordar empezaría con los primeros dibujos del AVAC que hizo el Recuero con el Jesu montado en una nave espacial, Rubén tapando media imagen con los cachetes, Daniel con el pelo largo hasta el suelo, yo con el cuerpo del grueso de la línea del lápiz y la cabeza de un bollo y el Foncho sosteniendo el mundo con su afro. Sólo bastaría uno solo para traernos la imagen de muchos momentos de los inicios del AVAC cuando la amnesia nuble nuestras mentes.
Entre las primeras cosas que metería en el baúl estarían unos pedazos de plastilina, uno con forma de cuchillo que me traiga las clases interminables en las que con Daniel jugábamos a estar en un mundo paralelo de sueños cambiantes con los caprichos de la plastilina mientras el profesor se esforzaba por enseñarnos cosas para olvidar.
También metería un juego del caminito que hacía con Daniel, donde dragones, tumbas y espadas luchaban para que el guerrero montado en la punta del lápiz desfalleciera y se fundiera entre sus líneas antes de encontrar la salida del laberinto de grafito.
Metería un par de almendras que nos recuerden las infinitas partidas de futbolito en los pasillos del colegio. Cerca estaría también una Pepsi y un patacón con queso, y también una arepa de las que siempre pedía Daniel junto con una arepa con todo de las de la esquina del teatro Heredia. En la misma sección pondría un cremosino y un sobre de fresco royal del que Rubén usó cuando nos quiso intoxicar en manzanillo.
Si pudiera rescataría al elefante sagrado y al matagen, y si pudiera le compraría un cayac al viejo Efra y lo metería al lado del barco que construimos en la casa de Foncho no muy lejos de los fragmentos de frisby y balones rotos por Daniel.
No podría faltar un casette de Nintendo de los que Daniel compró recogiendo botellas en los descanso, un CD de MechWarrior y otro donde metería Return Fire y Risk.
En la sección de palabras y frases, pondría “Sensasionalismo” con una foto de Rubén con la mano alzada al lado. Cerca pondría “Animal”, “después de esa loma queda playa blanca” y “lo vi en Discovery Channel” no muy lejos de “tienen forma de lenteja” y la “Empatía” de Jesu.
Metería fotos de personajes famosos como Mr. Anderson, el viejo Efra, Galatea y la negrita con la que Rubén tuvo su soba que soba en el bus de Santa Ana.
En la zona de objetos imaginarios y sueños no realizados estaría la salchicha de arroz, las vacas explosivas y el paseo al parque Tayrona.
Mejor dicho serían tantas cosas que se podrían meter en ese espacio que todos tendríamos que hacer un esfuerzo para nombrarlas. Y sería como un lugar mágico donde cada cosa tiene vida propia y al tocarlas te transportan al momento como una máquina del tiempo, algo así como una habitación en la que se recrea un ambiente virtual como la de viaje a las estrellas. Y entonces uno queda listo con un recuerdo renovado pronto a construir a partir de él una historia aferrándose al presente para imaginarle un futuro, y jugar en medio de los tiempos para desarrollar una obra intemporal.
¿Qué otros objetos importantes creen ustedes que meteríamos en un baúl como ese?